El Elogio del Horizonte 04/06 2014

 

La ciudad de Gijón tiene un parque en su extremo noroeste con un cerro llamado “el Cerro de Santa Catalina”. Desde él se divisa como el Mar Cantábrico se encuentra con el cielo en una línea que todos conocemos como “horizonte”.

Ya en ocasiones hemos hablado en este blog de la necesidad de intentar entender a una obra o al artista para poder disfrutar del arte, pues bien, lo que continua en esta entrada es NUESTRA interpretación de qué significa la obra “El Elogio del Horizonte” que Eduardo Chillida colocó en este cerro gijonés.

Esta obra en la ciudad asturiana es conocida también como el retrete o el “lababu” de King Kong, pero bromas aparte, para nosotros tiene un carácter mucho más profundo.

En 1989 el artista se enfrenta al reto de materializar el horizonte, un concepto demasiado etéreo para cualquiera, pero no para un maestro de lo abstracto. Para ello, suponemos que tuvo en cuenta la naturaleza curva de la tierra y su recorrido elipsoidal a lo largo del Sol, es por ello que la escultura es una enorme elipse apoyada sobre dos pilares.

Estos dos pilares enmarcan la propia línea de horizonte que se divisa desde el acantilado, por lo que ya de por sí, la experiencia de mirar a través de él para centrarnos sólo en el horizonte, justifica su colocación.

Además de ello, consideramos que la colocación de sólo dos pilares no es fortuita, sujetando una estructura tan pesada (500 toneladas de hormigón), casi tan pesada como el peso del cielo, pero al mismo tiempo tan ligero como el mismo que esta sobre nosotros. El material era evidente que debía ser hormigón, ya que cualquier otro no hubiera dado la conciencia de tanta masa flotando.

Intentar abrazar los soportes es imposible, es algo inabarcable… como el horizonte.

La elipse que se sitúa sobre esos pilares sin embargo está abierta. La apertura se sitúa detrás de ti si miras el horizonte, ya que no tenemos consciencia de que la línea curva se cierre al no abarcar nuestra visión semejante distancia.

Ponerte en el centro de la escultura te dará la escala de lo que el hombre es frente al cosmos. La obra mide 10 metros, y aunque estés rodeado de ella, la apertura y la visión a tu alrededor es casi total…

Y lo más poético según nuestro punto de vista es que cuando te sitúas en el centro, el sonido del mar rompiendo contra la pared de piedra que dibuja el acantilado que queda a tus pies, se amplifica, y como si estuvieras en el interior de una caracola, lo único que existe en ese momento es TÚ y el horizonte, la línea donde se juntan el mar y el cielo.