EtiquetArte 11/09 2013

 

La definición de “arte”, desde nuestro punto de vista, es casi tan complicada como las creencias religiosas… cuestión de fe, nada de explicaciones.

Sin embargo, lo mismo un tema que el otro, han estado en muchos debates expuestos, siempre demandados por una necesidad de definir el concepto, de clasificar lo que es Arte y lo que no lo es, queremos ver algo y aplicar una fórmula casi matemática, para saber si estamos o no delante de una obra de Arte… queremos etiquetar el arte.

Ya los que nos conocéis, sabéis que nosotros siempre definimos el arte como todo aquello que te provoca algún sentimiento al verlo o vivirlo. Es una definición muy extensa, pero creemos que es la más adecuada.

Cuando nos sentamos delante de la tele a ver una comedia, lo que valoramos es si nos hace reír o no, y en ningún caso nos paramos a intentar definir el por qué, o pretendemos clasificarla como “comedia”… simplemente, me hace gracia o no. Pues el arte debería ser algo parecido: “las Meninas de Velázquez consiguen que me traslade a la época con esa recreación del ambiente en el cuadro”, o “el David de Miguel Ángel parece que va a echar a andar” o “la Casa de la Cascada de FLLW es como si formara parte de la naturaleza donde se sitúa”… o simplemente, no me transmiten nada.

Pero para eso hay que sentarse delante de la obra e intentar interactuar con ella. Y ni etiquetarla, ni PRE-juzgarla (como ya describimos en la entrada Entender una obra de arte o de “cómo se les va la olla a los artistas”).

Como muestra, en la entrada de hoy vamos a hablar de Marina Abramovic.

La artista yugoslava conoció a su marido en una de sus performance, mientras se practicaba en el estomago con una cuchilla  un corte con la forma de la estrella comunista (nótese la carga simbólica de la obra). Así fue como el artista alemán Ulay (Uwe Laysiepen) se enamoró de ella, y como iniciaron una intensa historia de amor y odio que solo dos artistas son capaces de llevar. En 1988 decidieron que el amor había terminado, y para terminar su relación, decidieron ir cada uno a un extremo de la muralla china, y caminar para encontrarse en un punto, donde sin decir una palabra, se abrazaron y no volvieron a verse nunca más.

Marina siguió su prolífera carrera como artista, con performances realmente interesantes. Ya en 2010, la yugoslava organiza en el MoMa de Nueva York una exposición que recopila parte de su obra, con videos de cómo fue su vida e incluso una nueva obra llamada “la artista está presente”. En ella Marina se sienta con la cabeza gacha en una silla y espera al otro lado de la mesa que se siente el visitante, para sin decir ni media palabra, alzar la vista y mirarlo fijamente durante un minuto. Esto que muchos pensareis que no tiene ningún sentido como obra de arte, puede provocar sentimientos como el que se generó cuando apareció Ulay sin previo aviso. Su ex marido, tras 23 años, espero pacientemente su turno, y se sentó delante de Marina como uno más. Dadle una oportunidad a la obra antes de prejuzgarla y observar. Esta fue la reacción de la artista.